lunes, 29 de septiembre de 2008

Bolivia desde la filosofia politica.


En las últimas semanas hemos atendido a los problemas surgidos en Bolivia, en los cuales aparece como constante un reclamo secesionista que amenaza la estabilidad del Estado. La gran mayoría de especialistas apelan a explicaciones legales que impedirían la posibilidad de desmembramiento del país vecino, criterios refrendados por internacionalistas que ven en esto una amenaza a la estabilidad democrática de la región. Aquí les presentamos un análisis distinto de esta situación. Miguel Ángel Pérez Pirela (investigador asociado de la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Venezuela, en la unidades de Filosofía y Bioética y en la de Ciencia Política; doctor por la “Università Pontificia Gregoriana” de Roma (Italia) con la tesis “Perfil de la discusión filosófica política contemporánea: una propuesta aristotélica”) realiza un lúcido análisis desde la teoría política del porqué resulta inconsistente este intento de secesión boliviana. Apelando a Hobbes, explica el peligro que la amenaza de separación significa para el concepto de Estado mismo. Disfruten su lectura!
A&P

La filosofía del separatismo en Bolivia
Miguel Ángel Pérez Pirela

Los movimientos secesionistas que hoy se manifiestan en países como Bolivia no buscan otra cosa que desestabilizar los estamentos de ese fenómeno colectivo llamado Estado. Dichos movimientos responden a una lógica neoliberal cuyos fundamentos filosófico-políticos están bien afianzados en el pensamiento contemporáneo: si hay algo que se opone a la lógica y existencia misma del Estado es precisamente la lógica y existencia del Libre Mercado. Está de más decir que el Libre Mercado presupone una dimensión privada, mientras que el Estado se fundamenta en lo social. Se trata entonces de una confrontación filosófica y a la vez política entre el yo y el nosotros.
¿Por qué nace el Estado? Según la ficción que Hobbes construye en su libro Leviatán, el Estado nace de una situación inicial que el autor llama estado de naturaleza. En dicho estado cada individuo es completamente libre y soberano por lo cual no puede convivir con los otros. De allí la célebre frase hobbesiana homo homini lupus: el hombre es lobo del hombre.
Es por ello que Hobbes no tarda en plantear la imposibilidad de ese estado natural y la necesidad de crear un estado (cultural). Son los mismos individuos, de frente a las contradicciones de una libertad individual elevada al rango de dogma, quienes pactan un contrato que les permita superar el impasse de dicha situación inicial. Es precisamente en ese momento que nace como tal el Estado. Los individuos donan parte de su libertad al Leviatán o Estado y en cambio reciben esa seguridad (social) que les permite vivir en común.
He aquí un primer elemento distintivo que nos permite colocar, de una parte, una lógica individualista muy parecida al Mercado neoliberal, en el cual prevalece la guerra de todos contra todos, donde ganará el más fuerte; y por otra, la lógica social amparada en un Estado cuya premisa fundacional es la convivencia en un espacio común de todos quienes lo habitan.
¿No es acaso esta lógica la que se intenta menoscabar a través de las propuestas de fragmentación de los Estados existentes, por parte de lógicas individualistas?
Con el nacimiento del Estado ya no será la parte la que de forma unilateral decidirá el todo, sino más bien será el todo quien a partir de una lógica de conjunto decidirá la lógica de las partes. No es difícil aplicar dichos fundamentos filosófico-políticos a lógicas fragmentarias o lógicas de partes, como lo son las Provincias de Santa cruz, Beni, Pando y Tarija, con relación a la lógica del todo de la República de Bolivia.
Pero hay otras características que definen al Estado así como lo concebimos hoy día: un ejército nacional; el respeto de fronteras nacionales definidas y resguardadas; una cabeza visible o gobierno. La mezcla de todos estos elementos es nada más y nada menos que la llamada Soberanía Nacional del Estado. ¿No es acaso contra estas características de un Estado Soberano que se está armando el movimiento separatista boliviano?
No se puede interpretar de otro modo el “referéndum” que se dio en Santa Cruz-Bolivia el 04 de mayo de 2008, sino como un enfrentamiento directo contra la unidad y la concordia militar boliviana, la estabilidad y conservación de sus fronteras, y más aun, el respeto de un gobierno democráticamente elegido por las mayorías bolivianas y representados por el presidente: Evo Morales.
Es así como, coartando las características del Estado-Nación, como por ejemplo los límites y fronteras, las lógicas secesionistas de las oligarquías bolivianas realizan distinciones entre tierras altas y tierras bajas, con el fin de sustraer de allí identidades fraccionadas a través de las cuales separan los Quechuas y Aymaras de las montañas, de los Guaranís y Blancos de las llanuras con el fin de crear, no más un nuevo Estado, sino lo que es aun más grave, una improvisada “Nación Camba”.
El elemento identitario parece entonces tomar un lugar predominante en la lógica separatista contra el Estado boliviano, cuando en realidad no es más que una vil excusa para esconder y maquillar la lógica de Libre Mercado individualista. En la llamada “Nación Camba” y las provincias que se proponen como separatistas se encuentran no sólo los latifundios de las tierras más fértiles de Bolivia, sino también el 44% del PIB boliviano, y lo que es aún más relevante, las mayores reservas de hidrocarburos del país, que son el segundo yacimiento de gas en el hemisferio con 49.7 trillones de pies cúbicos, calculado en 150.000 millardos de dólares. He aquí la verdadera identidad de la “Nación Camba”.
Robert Nozick en su libro: Anarquía, Estado y Utopía, define sin lugar a dudas uno de los elementos más importantes de eso que él llama el “libertarismo”, que no es más que la elevación al cuadrado del liberalismo, el cual es convertido de este modo en neoliberalismo. El neoliberalismo posee como elemento fundamental la dogmatización de los derechos individuales: “la incursión de una mano, que no sea la del individuo, en su esfera individual, significaría una intromisión irrespetuosa que ningún argumento igualitario puede justificar”. Resulta claro que del derecho individual que plantea Nozick surge la relativización ipso facto de un Estado con las características antes planteadas.
¿Qué surge entonces de esta filosofía política neoliberal? La respuesta es simple: el Estado “mínimo” que no es otra cosa que un ente que dona “servicios de protección”. Servicios cuya principal responsabilidad es la de proteger a aquellos individuos que, en el estado natural de guerra economisista neoliberal, lograron acaparar el mayor capital en ganancias, dejando en una situación precaria a la mayoría de los individuos. ¿No es acaso esto lo que piden las Provincias separatistas bolivianas?
Si bien es cierto que es precisamente este tipo de protección lo que exigen las Provincias separatistas, también lo es que, el gobierno de Evo Morales, en principio, no estaría dispuesto a reducir el Estado que dirige a un servicio de protección brindado a las oligarquías bolivianas con el fin de defender sus ventajas económicas de las mayorías históricamente explotadas y excluidas.
He aquí el epicentro de la crisis boliviana: en ella se encuentran confrontadas dos visiones filosófico-políticas incompatibles entre sí. Por una parte, una lógica neoliberal amparada en los derechos individualistas y exclusivos para los más aventajados del Libre Mercado, salvaguardados por un Estado “mínimo”. Por otra, la de una lógica colectivista fundada en un Estado Social, estructurado a partir de sólidas bases militares, limítrofes, gubernamentales e identitarias.
Pero al analizar la realidad nos damos cuenta que existe una evidente contradicción, pues Estados como los EEUU, aplican un “liberalismo paternalista”. Se trata de un liberalismo que, contrariamente a lo que profesa, se funda en un Estado fuerte que se ve reflejado en: defensa a ultranza de sus fronteras contra la inmigración extranjera, musculosos planes estratégicos en seguridad y defensa de la Nación, subvención estatal de rubros estratégicos de su economía, etc.
No obstante lo antes dicho, estos países fuera de sus fronteras, promulgan la ausencia de Estado. En este sentido, es justo preguntarse hasta qué punto dichos países occidentales estarían dispuestos a colocar en la mesa la posibilidad de un referéndum separatista como el celebrado en Bolivia el 04 de mayo de 2008. Imaginemos por un momento someter a las poblaciones afrodescendientes de New Orleans a un referéndum consultivo como el planteado en la llamada “media luna” boliviana.
(Fuente: Bolpress http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2008052113)

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cambio Constitucional: Una Perspectiva Comparada


El Instituto Kellogg, de la Universidad de Notre Dame ha publicado un working paper que desde una perspectiva comparada analiza la inestabilidad constitucional en America Latina. El autor evalua tanto variables de diseno institucional como de contexto para explicar la poca durabilidad de las constituciones latinoamericanas. Invitamos a los interesados en el tema a leer este trabajo que desde la rigurosidad de la ciencia poltiica, intenta descifrar la razones detras de un patron de inconstancia y variabilidad.
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Titulo: The Durability of Constitutions in Changing Environments. Explaining Constitutional Replacement in Latin America. Working Paper 350/Agosto 2008
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Autor: Gabriel L. Negretto. Profesor de Ciencia Politica, Division de Estudios Politicos del Centro de Investigacion y Docencia Economica (CIDE), Ciudad de Mexico. Especialista en cambio constitucional, en diseno institucional y en politica latinoamericana. Abogado graduado de la Universidad de Buenos Aires, MA en Relaciones Internacionales, PhD en Ciencia Politica de la Universidad de Columbia.
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¿Cómo enseñar Ciencia Política?



Para todos aquellos que sientan apego por el ambiente más académico de la Ciencia Política y se vean desde ya como futuros profesores, les entregamos la respuesta que dio el politólogo Dieter Nohlen a la pregunta que titula este post. Esta fue dada el 11 de abril de 2002 en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. El articulo resulta interesante por su introduccion, que presenta una revision historica de nuestra carrera, y por la forma en la que delimita el objeto de estudio de esta la par que nos dice cómo enseñarla. Disfrútenlo.
A&P
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¿Cómo enseñar Ciencia Política?

Como bien es sabido, la Ciencia Política es una disciplina de mucha tradición. Se remonta a los tiempos griegos. Es la disciplina madre de muchas otras disciplinas, cuando con el correr del tiempo se formaron dentro de su seno ámbitos del saber que posteriormente se desvincularon de ella y formaron disciplinas independientes y autónomas, como por ejemplo la economía, mejor dicho la economía nacional. Esto es cierto para varias disciplinas especializadas que hoy rodean a la Ciencia Política. La sociología, sin embargo, no nace de su ámbito sino que se desarrolla independientemente y mucho más tarde a partir de la segunda mitad del siglo XIX, justo en el momento en que la Ciencia Política, por el proceso de desintegración que había vivido durante siglos, prácticamente había dejado de existir. A comienzos del siglo XX renace la Ciencia Política. Se la funda en Estados Unidos, se la refunda en Europa, crece entre las guerras, sufre durante los totalitarismos en Europa, mientras que la emigración a Estados Unidos de muchos científicos europeos – y sobre todo alemanes- da un gran impulso para un mayor desarrollo de la disciplina en Norteamérica que, desde entonces, pasa a dominar la Ciencia Política a nivel mundial.Así, finalizada la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la redemocratización en Europa, la Ciencia política retoma su evolución anterior a la guerra y recibe fuertes impulsos y orientaciones de parte de la Ciencia Política norteamericana.En Alemania, especialmente, recobra importancia sobre todo por su intima relación con el desarrollo de la democracia. A diferencia de la sociología, que cultiva su auto percepción y función de disciplina crítica de la realidad (piénsese en la famosa Escuela de Francfort de Horkheimer, Adorno, Marcuse) la ciencia política en ese país se desarrolla como ciencia de y para la democracia, como ciencia que enseña la democracia, como ciencia en apoyo a la democracia. Sería esa función auto adscrita que le facilitaría a la Ciencia Política el reencuentro de su lugar en el espectro de las ciencias del espíritu en las universidades alemanas. Sólo posteriormente, con la consolidación de la democracia, y bajo la permanente influencia de la Ciencia Política norteamericana, la Ciencia Política en Alemania toma un desarrollo en dirección a una disciplina normal, una disciplina enraizada en las ciencias sociales, más amplia en sus funciones en cuanto a áreas de estudio, funciones de investigación, crítica a la realidad, consultora para actores políticos y por sobre todo la función de la enseñanza universitaria.Relato esto para dar a entender que la Ciencia Política tiene una larga historia marcada –en cuanto disciplina científica- por grandes convulsiones e íntimas vinculaciones con el desarrollo político mismo, o sea por factores internos y externos a la disciplina. Es sobre todo esta última dependencia la que contribuye a que –pensando en comparaciones internacionales- cada Ciencias Política tenga características propias, influidas por el propio desarrollo político del país. Quien les habla viene de un país en el que hoy en día la Ciencia Política está bien enraizada en el panorama de las humanidades. Las reflexiones sobre la disciplina y sobre cómo enseñarla tienen este trasfondo histórico y contextual.Cuando uno plantea una pregunta no siempre es importante recibir una respuesta. Los cuestionamientos pueden también impulsar reflexiones. La pregunta del título de nuestra charla se entiende como una invitación a tales reflexiones.Me voy a referir a cuatro dimensiones de reflexión:La primera se refiere al campo o cuerpo de conocimiento que engloba la Ciencia Política. Allí se desarrollan dos ideas: por un lado, lo que son sus áreas para una diferenciación interna de la disciplina y, por el otro, lo que son las áreas propias necesarias para poder formar una disciplina temáticamente completa.La segunda dimensión se refiere –tomando en cuenta el objeto de estudio de la Ciencia Política y sus consecuencias epistemológicas- a la lógica y la metodología de la disciplina.La tercera dimensión se refiere a un método específico cuya enseñanza me parece de primer orden: el método comparativo.La cuarta dimensión, finalmente, se refiere a la enseñanza de la disciplina en un nivel de abstracción que dista lo suficiente de la política cotidiana para que el alumnado entienda que política y Ciencia Política son dos cosas distintas, en primer lugar por los objetivos diferentes y los correspondientes tipos de argumentos que caracterizan sendos discursos.
1. Respecto a la primera dimensión: en términos generales, hay que diferenciar entre tres áreas que forman el cuerpo de materias de docencia en Ciencia Política.La primera área constituye la teoría política, que incluye en verdad tres campos: a) la historia de las ideas o la filosofía política, b) la teoría política moderna, o sea las grandes corrientes teóricas, las teorías de gran alcance y las metateorías o los paradigmas científicos y, finalmente, c) la metodología en ciencias sociales. La importancia de esta área tan heterogénea reside, en la enseñanza, en su contribución al desarrollo de un conocimiento de los fundamentos de la política en cuanto a lo normativo y a lo teórico por un lado, y lo metodológico en el estudio de la política por el otro.La segunda área engloba a la política comparada, que incluye las tres dimensiones de la política que debido a limitaciones idiomáticas ni en alemán ni en castellano podemos diferenciar conceptualmente bien: polity, politics y policy, o sea la forma, el proceso y el contenido de la política.La tercera área está conformada por las relaciones internacionales que incluyen por ejemplo la política exterior, las organizaciones internacionales, lo intergubernamental y –cada día más- lo intersocietal y, finalmente, lo supranacional, si nos referimos a procesos de integración. Puede darse el caso de que un instituto de Ciencia Política ofrezca enseñanza adecuada en las tres áreas, pues están íntimamente vinculadas en términos de que la falta de una de ellas pone en peligro una comprensión cabal del fenómeno de la política. No en vano la Ciencia Política se entiende como ciencia integradora: el objeto de estudio, la política, no se define a través de un sólo concepto, una sola dimensión, un solo enfoque, un único método. La Ciencia Política, por consiguiente, no se define tampoco por una sola materia que conceptualmente se pueda asociar con la política.Se observa, sin embargo, que en algunos países las materias polity, politics y policy, están separadas en forma de una dispersión en institutos diferentes según las áreas señaladas. Incluso hay casos en que se han creado institutos separados en una misma universidad en el área de la política comparada. Hay razones en el campo de la investigación para enfatizar la especialización, pues como decía ya Max Weber a principios del siglo pasado (en La ciencia como vocación), “la obra realmente importante y definitiva es siempre obra de especialistas”. Sin embargo, en la enseñanza, me parece importante transmitir el alcance de la política en su expresión real y -aún más importante- la relación e interrelación de los fenómenos políticos de las diferentes áreas. Por ejemplo, si en relaciones internacionales la tesis más confirmada hasta hoy día es que Estados democráticos no conducen ninguna guerra entre ellos, es muy importante entonces que el estudioso conozca la democracia como forma (polity) y proceso (politics), las condiciones internas que llevan a que la democracia –en cuanto a resultado (policy)- se comporten a nivel internacional de manera de confirmar continuamente desde hace siglos esta regla.Aún más ilustrativo es el caso de las dimensiones de la política en el área de la política comparada. Prácticamente no hay ningún fenómeno político en esta área por entender o explicar en el cual no estén involucrados aspectos de polity, politics y policy. Tomemos el caso de cualquier política pública: en el famoso círculo de una política pública (o policy cycle) entran desde un inicio de su desarrollo cuestiones del sistema político, de la institucionalidad dada, cuestiones de las relaciones de poder, de intereses y valores, la estructura de conflicto en el sistema de partidos polìticos y los tipos de formación de consenso, etcétera. Si se diseñan políticas públicas sin tomar en cuenta esas variables de estructura y procesos, no se llega muy lejos. Si no se enseña la interrelación de las policies con politics y polity, el estudiante va a desarrollar un conocimiento poco realista, parcializado y poco adecuado de la política.
2. Respecto a la segunda dimensión, la analítica, quisiera hacer hincapié en la importancia que tienen la lógica y el método en la enseñanza de la Ciencia Política. Esta orientación es especialmente valiosa debido a la dificultad que el objeto de estudio, la política, contiene para su análisis.La especial dificultad que enfrenta la Ciencia Política se hace notable, sobre todo comparando nuestra disciplina con la economía en cuanto a sus respectivos objetos de estudio y las consecuencias científicas o metodológicas que sus diferencias traen consigo. “Primero el economista observa” como decía Giovanni Sartori (La política. Lógica y métodos en ciencias sociales, pág. 62), “los comportamientos económicos, comportamientos guiados por un sólo criterio identificado y constante: llevar al máximo el beneficio, la utilidad o el interés económico. Segundo, los comportamientos económicos son expresables…en valores monetarios, es decir en valores cuantitativos”. Así, “el economista encuentra una medida incorporada a los comportamientos observados: el homo oeconomicus razona con números, con valores monetarios”. Con base en esto, el economista pudo desarrollar un lenguaje especial, cuyos conceptos, por ejemplo valor, costo, precio, mercado, están claramente establecidos y no vuelven a ser discutidos cada vez que se los utiliza. El politólogo, sin embargo, observa comportamientos políticos guiados por éste u otro criterio, o sea, por criterios diferentes y cambiantes que por lo demás –en su gran mayoría- son difíciles de expresar en términos cuantitativos. Sus métodos, por un lado, tienen que contemplar la peculiaridad y la naturaleza sui generis de su objeto de estudio, y la lógica de la investigación. Por el otro lado, tiene que ser discutida con todos y cada uno de los diseños de investigación. Es obvio que la economía se encuentra en una situación científica privilegiada que tiene su origen en el carácter del objeto de estudio, a partir del cual –en el caso de la economía- fue posible un desarrollo de cientificidad menos cuestionado que en el caso de la Ciencia Política. Por esta enorme distancia que separa a la Ciencia Política de la economía, es conveniente referirse también a la interrelación entre ambas ciencias sociales y recordar lo que el erudito economista Albert O. Hirschman (ya en 1979) puso de manifiesto. Hirschman diferenció entre tres categorías: valoró positivamente la posibilidad de la interacción entre ambas disciplinas, por ejemplo cuando la Ciencia Política podría aprovechar en sus estudios los resultados científicos de la economía. También valoró como positiva la interacción en áreas donde los objetos de estudio en economía y en política ostentan estructuras análogas, llamando la atención al campo limitado de objetos que presentan estas condiciones. En términos generales, estimó positiva estas dos categorías de interacción porque se respeta la autonomía de lo político. Vale la pena repetirlo: los conceptos en Ciencia Política no alcanzan el grado de homogeneidad y constancia que tienen aquellos del lenguaje del economista, lo que obliga a enseñar su contenido plural, su natural vinculación con intereses cognoscitivos y valores en el lenguaje político y los criterios de su formación conforme a reglas y circunstancias para su uso en el análisis pollitológico. Una de las mayores necesidades de la enseñanza de nuestra disciplina consiste en transmitirle al alumnado que los conceptos no sólo son fundamentales para el análisis y el diálogo científicos, que su definición no es solo una conditio sine qua non del conocimiento científico, sino que además tienen que alejarse de ontologismos y esencialismos y corresponder a criterios de utilidad científica.La definición de un concepto no equivale a una profesión de fe para encarnar una verdad propia del estudioso, sino a un examen lógico de su alcance, es decir sus límites (lo que incluye, lo que excluye) y su adecuación semántica a los objetivos de conocimiento. Para dar un ejemplo: la democracia es un concepto sin definición precisa universalmente aceptada. Se la puede definir en términos de Robert A. Dahl (1971), quien hizo hincapié en dos criterios: participación y pluralismo político. Es una definición por cierto estrecha y limitada, pero bien operacionalizable y mensurable. Es evidente que cada uno de nosotros podría preferir una definición más amplia, más esencialista, más normativa, en la cual entrara todo lo bueno y lo hermoso de un orden deseado. Sin embargo, tal concepto no serviría mucho para el análisis científico, pues si cada uno tuviera su concepto normativo del fenómeno en estudio, resultaría difícil llegar a resultados intersubjetivamente transmisibles.Otra dificultad se presenta al ampliar el concepto del fenómeno en estudio de tal manera que algunos factores que interesan ser investigados respecto a su relación, entren como elementos del mismo concepto. El origen de esta conceptuación equivocada reside en confundir el ámbito del problema con el concepto mismo, como bien me señaló mi asistente de investigación Claudia Zilla. Un buen ejemplo de esto lo brinda, nuevamente, el concepto de democracia, cuando se le incluyen también los problemas que la atañen, por ejemplo su relación con la sociedad. Esto se da cuando se define como democracia sólo a aquel sistema político que se erige sobre las bases de una sociedad democrática. Con esta conceptuación se pierde de vista la relación política y científicamente importante entre tipo de sistema político y tipo de sociedad en términos de una homogeneidad necesaria, en términos de desfases y consecuencias y en términos de su desarrollo en el tiempo.Al estudiantado se le debe enseñar la formación y el uso de las clasificaciones, de los tipos, de los tipos ideales y de las tipologías, sus funciones y alcance científico. Hace poco, un ejercicio con un grupo de posgraduados me puso en evidencia la falta de práctica en eso. En Ciencia Política trabajamos mucho con dicotomías y trilogías o tríadas. El ejercicio constaba en encontrar, en el mundo de las formas políticas, alternativas que correspondieran a este tipo de ordenamiento de los fenómenos. Ninguna de las cinco respuestas que recibimos fue correcta. O no se respetaba el objeto, las formas de gobierno o se mezclaba el objeto con algo que no se refería al objeto, o los fenómenos que se mencionaban no eran de carácter disyuntivo.En resumen: vale poner énfasis en la enseñanza de la Ciencia Política en la lógica del conocimiento. Hay que enseñar a pensar lógica y sistemáticamente. Lo que equivale a enseñar a diferenciar en lo conceptual entre niveles de abstracción, categorías, diferencias de grado, etcétera. Saber diferenciar hace la diferencia entre un interesado y un estudioso de la política.
3. Respecto a la tercera dimensión y la sugerencia de enseñar el cómo comparar, vale distinguir entre dos líneas de comparación: la comparación histórica y la comparación internacional. Según mi experiencia, la comparación histórica es la que se ejerce fácilmente en América Latina. En dialogo con cientistas sociales de la región me ocurrió bastante veces que una pregunta acerca de la estructura -por ejemplo- del sistema de partidos me fuera contestada mediante un recuento de la historia de los partidos políticos. O sea, la entrada a la reflexión politológica en la región es más bien histórico-cronológica y mucho menos sistemático-comparativa. La enseñanza tendría que favorecer esta última perspectiva, nutriéndose de comparaciones internacionales que constituyen las bases para tipologías y apreciaciones empíricas. Pues es importante señalar que para bien diferenciar y valorar un fenómeno es imprescindible compararlo.El comparar, sin embargo, no es tan sencillo y tiene que ser aprendido. Lo primero que hay que enseñar es que comparar implica escoger prudentemente con qué comparar dentro de un alto número de posibles referentes. Vale reflexionar sobre cual referente es racionalmente el más adecuado, el más plausible y evitar escoger un referente científicamente poco válido, pues la comparación se presta también a confusiones y distorsiones que -en el campo político o cuando el cientista sólo opina y se mueve en la política- a veces son intencionadas. Lo segundo que vale destacar en este contexto es el carácter del método científico de la comparación, a mi modo de ver el método más típico de la Ciencia Política. Enseñar a comparar significa de este modo familiarizar al alumnado con el método más importante de la Ciencia Política. Sin embargo, no existe ninguna receta del método comparativo válida para cualquier caso en estudio. Por otra parte, el método comparativo consta de diferentes estrategias de investigación que consisten en jugar en el diseño de la investigación con la homogeneidad y la heterogeneidad del contexto, por un lado, y con la concordancia y diferencias de variables, por el otro. Cada diseño de investigación debe ser estructurado acorde a las propias características del material en estudio y del interés de conocimiento. El método comparativo se aplica en estudios cuantitativos y cualitativos, cada uno con su metodología específica, y dentro de cada área con variantes. De modo que, al tomar la decisión de aplicar el método comparativo, no está resuelta la cuestión del método, sino que recién ahí empieza justamente la reflexión metodológica.Dado que el método comparativo es el método en las ciencias sociales pensado para sustituir al método experimental (véase al respecto los clásicos de J.St. Mill y E. Durkheim), la enseñanza de la Ciencia Política debería abordar también la cuestión de la causalidad en las ciencias sociales. Abundan tesis monocausales y unilineales en nuestra disciplina, resultado del tipo de formación de teorías deductivistas. Respecto a la comparación, ella abre las perspectivas adecuadas para el estudio de casos empíricos que pueden operar como casos de control. Es importante enseñar la función de la comparación como instrumento de comprobación o falsificación de las teorías. Por lo demás, la comparación induce a la formación de teorías de tipo inductivista. Relacionado con esta diferencia de génesis de las teorías, es importante enseñar los tipos de teorías que se formulan en nuestra disciplina, los tipos de teoría micro, macro, específicas y universales, etcétera y señalar que las teorías de medio alcance, es decir, las que mantienen relación con el espacio y el tiempo, son las más adecuadas y mejor experimentadas en Ciencia Política.
4. Respecto a la cuarta dimensión, no sólo la reflexión científica necesita cierta distancia del quehacer político cotidiano, sino también la enseñanza de la Ciencia Política.Es bien notorio el interés en Chile y América Latina por referirse con prioridad a la política misma del momento, por intercambiar opiniones al respecto: existe la tentación de que el intercambio se politice, que la posición ideológica sustituya al argumento razonable, que la contingencia política se apodere de la Ciencia Política de modo que –al final de cuentas- la Ciencia Política se percibe como parte de la política. Recuérdense los tiempos de las ciencias sociales comprometidas, cuando incluso se postulaba que las ciencias sociales tendrían que ser parte integral de la lucha por la revolución social y política. Es cierto que la Ciencia Política no es neutra, no es objetiva en términos de que se pueda desvincular totalmente de intereses cognoscitivos, de valores y de objetivos social-tecnológicos. Sin embargo, estos parámetros tienen su plena legitimidad sólo en el contexto del surgimiento de una investigación y en el de la aplicación de sus resultados, pero tienen que suprimirse o desaparecer en el contexto interno de argumentación científica. Aquí vale el argumento bien probable o bien probado, la teoría bien comprobada o refutada por el control empírico o de consistencia teórica. Para que este proceso argumentativo en el desarrollo de la investigación tenga su lugar también en la enseñanza de la Ciencia Política, parece conveniente distanciarse de la “sterile aufgeregtheit” (excitación estéril) de la política cotidiana, como diría Max Weber (en La política como vocación), y plantear la enseñanza de la Ciencia Política a un nivel de abstracción más alto, algo lejano y fuera de la política, donde sea posible observar la política sine ira et Studio. Estoy llegando al fin de mi ensayo. Para resumir: mis reflexiones originadas en la pregunta de cómo enseñar Ciencia Política, conducen a sugerir cuatro orientaciones.La primera sugerencia se refiere al cuerpo material o de contenido de la disciplina, consistente en enseñar la Ciencia Política de modo de integrar a las diferentes áreas de la disciplina.La segunda sugerencia se refiere a las herramientas conceptuales de la disciplina y consiste en enseñar a saber diferenciar .La tercera sugerencia se refiere a la perspectiva analítica de la disciplina, consistente en enseñar el arte y método de saber comparar.La cuarta sugerencia se refiere a la argumentación científica (en alemán Begründungszusammenhang) de la disciplina y consiste en enseñar la capacidad de abstraer.Quisiera terminar con una observación final: las últimas tres sugerencias se pueden resumir en una sola que tiene un alcance mayor a la de la enseñanza universitaria de la Ciencia Política; reside en sustituir la cultura de la opinión por la cultura del argumento. Aunque con un significado que va más allá de la universidad, es en sus aulas donde este proceso debe iniciarse.

domingo, 21 de septiembre de 2008

No siempre fue así: la relación Iglesia-Estado de Constantino




Al iniciar una revisión sobre las relaciones entre Iglesia y Estado en la Edad Media, lo usual es partir de los conflictos surgidos por la búsqueda de primacía de tanto uno como otro “bando”. Al respecto, son bastante conocidos los enfrentamientos a los que condujeron manifiestos a favor de la potestas temporal del Estado como el Breviloquium de principatu tyrannico super divina et humana, specialiter autem super imperium et subjetos imperio a quibusdam vocatis summis pontificibus usurpato (1339) de Guillermo de Occam o el Defensor pacis (1324) de Marsilio de Padua, ambos perseguidos por el papa Juan XXII y luego protegidos por el emperador Luis de Baviera. Prueba de la importancia de este tema, riesgo y apreciación herética es que posteriores papas como Benedicto XII y Clemente VI continuaron la persecución y controversia contra estos pensadores. En síntesis, lo que ambos postulaban era una defensa del absolutismo secular lo cual justificaría la incapacidad de los papas (ya la Iglesia) para inmiscuirse en asuntos propios del poder temporal, es decir el Imperio, esto siempre sin negar la autoridad que posee la Iglesia en temas de corte espiritual o de fe. Esto es lo que suele contársenos respecto de esta discusión, hecho, sin duda, importante por cuanto significó una liberación del Estado del “lastre” que significaba la Iglesia para su evolución.[1]

Como este, muchos han sido los enfrentamientos y posiciones críticas respecto de la relación Iglesia-Estado previa a la solución que dieran los Concilios de Constanza y Basilea[2], la postura crítica de la orden cluniacense o la Querella de las investiduras son solo una muestra de ello. Lo que aquí presentaremos no será una revisión de estos casos de enfrentamiento político, sino el origen de esta relación problemática que alguna vez se dio entre la Iglesia Cristiana y estados de Occidente. Lo curioso está en el origen inverso de la situación; en efecto, no siempre fue el Estado el que reclamó cierto grado de autonomía para ejercer su poder, sino la Iglesia la que se encontraba inicialmente sujeta, controlada y dependiente del Estado. Repasaremos cómo.

La figura de Constantino (272-337) es bastante conocida. Emperador de Roma, resurrector de Bizancio, iniciador del sistema monárquico de derecho divino y hereditario. Quizás su mayor fama la deba al hecho de haber permitido el libre culto del cristianismo con el que reemplazó el antiguo paganismo romano. El hecho mismo llama la atención si se contrasta con la clásica jerarquía que la historia nos enseña sobre las relaciones políticas entre Estado y clero: la sujeción inicial de la Iglesia al Estado. Ciertamente, fue desde el Estado que la Iglesia pudo legalizarse e institucionalizarse posteriormente; pero Constantino fue mucho más cuidadoso y se preocupó por asegurar que esta primera percepción de jerarquía quedara sustentada por la ley.

Tenemos hasta aquí el siguiente orden: los enfrentamientos entre Iglesia y Estado procuraban que este alcanzará un nivel de autonomía de aquella para regir sobre fenómenos temporales. La Iglesia no tenía poder, se argumentaba, sino sobre asuntos de espíritu y fe. De tal hecho, y tras presentar a Constantino, surge la pregunta de con qué autoridad se permitió Constantino intervenir en asuntos de la Iglesia Cristiana si era él ajeno a su jerarquía? Sin duda, resulta extraño, si nos ceñimos a carácter de los enfrentamientos ya mencionados de los siglos XII y XIII, que un Emperador, perteneciente a la Iglesia recién en su lecho de muerte, haya validado a nivel universal esta nueva fe; una intervención que luego, practicada por otros gobernantes, sería catalogada de herejía. La explicación para esta rara avis es bastante simple: partía Constantino de la premisa de que, al ser el gobernante, podía legislar de forma absoluta y sin impedimentos ni rendición de actos, primer factor que llama la atención y que ayuda a comprender esta inicial sujeción de la Iglesia al Estado[3]

Para asegurar la posición de la Iglesia Cristiana dentro de su aparato legislativo, Constantino debía darle forma de ente dependiente de tal aparato. Logró esto al torgar la categoría de persona jurídica a la Iglesia. Se comprende así el edicto dado en 311 (Galerio) mediante el cual se elevaba a forma jurídica a cada iglesia individual[4] y luego a la Iglesia Universal. Fue de esta forma que el Cristianismo quedó inserto en el sistema legal romano generado desde Diocleciano y fortalecido por Constantino. Y así también la nueva fe se sometía al generador y regente de tal aparato legal, es decir, el emperador.

La consecuencia fue que el carácter sacro de la Iglesia dependería ahora de este orden legal y su administración, si bien interiormente era sacerdotal, dependería en grado máximo del Emperador y su ley. Tal situación resulta bastante distinta de la que, como vimos, se presentó siglos después. La Iglesia no reclamaba aquí ninguna plenitud de potestas ni veía con extrañeza la intervención gubernamental en sus asuntos. Como hemos anotado, el orden de lo usualmente estudiado tuvo un origen diferente, el cual varió de manera gradual bien desde la Iglesia Cristiana africana o desde postulados heréticos que casi dos siglos después iniciaron la discusión descrita al inicio.[5] Para concluir, la importancia de este origen de la relación Iglesia-Estado no estriba solo en fijar la distancia entre posturas en una y otra época, sino que, como acertadamente señala Walter Ullman, con esta incorporación y sujeción de aquella a este, Contantino logró (fruto también de la suma entre monoteísmo cristiano y principio monárquico) que primara la poliarquía sobre la monarquía, acaso el primer ejemplo en la historia de este sistema hoy tan estudiado.
Jorge A. Trujillo

Bibliografía:

Burckhardt, Jacob. Del paganismo al Cristianismo. MéxicoD.F.: FCE, 1945.
Sabine, George. Historia de la Filosofía política. MéxicoD.F.: FCE, 1994.
Ullman, Walter. The constitutional significance of Constatine the Great settlement. En: Journal of Ecclesiastical History, N. 27, pp.1-16.
Vallespín, Fernando. Historia de la Teoría política vol. 1. Madrid: Alianza, 1992.


Notas
[1] Es interesante resaltar que sobre este punto existen hoy posiciones revisionistas. Para estas, sostenidas principalmente por la Orden Franciscana, de Occam no fue un rebelde peligroso para la Iglesia Medieval, sino un adelantado. En efecto, su obra es leída por ciertos sectores de la Iglesia como la propuesta de un visionario que percibió la incapacidad de su época para solucionar problemas de orden social y político sino desde la atención de esos mismos espacios social y político, en tal sentido, se había llegado a la caducidad de la filosofía y teología para solucionar tales problemas. La Iglesia ya no tenía la capacidad para solucionar las dificultades surgidas en y desde el Estado. De Occam notó esto y propuso una solución (la que aquí esbozamos), la suya sería ,a fin de cuentas, una posición más nostálgica-propositiva antes que burdamente rebelde, con lo que abrió también la etapa final de la supremacía del pensamiento escolástico.
[2] Soluciones a los problemas en parte provocados por de Occam y de Padua.
[3] Sumado a esto, es conocido que la ambición de Constantino era la refundación de Roma gloriosa de antaño, para ello se necesitaba la participación de todos los subditos, al ser su posición la de gobernante, no le cabía otra posición que situarse por sobre ellos, sin excepción. La necesidad de insertar en este orden a la primitiva cristiandad resulta así bastante obvia.
[4] Recuérdese aquí la política de tolerancia practicada durante su Imperio, parte del ya visto plan de renovación romana.
[5] Al respecto, son interesantes las defensas de Orosio, discípulo de San Agustín, a la supremacía de la Iglesia sobre el Estado, ideas que incluso antecedieron a las expuestas por su maestro en la De civitate Dei

Ciclo Cine y Politica: Revolucion y Politica.

Saludos,

Quedan todos invitados a esta nueva versión del ciclo de cine.

Los esperamos ( Click al afiche para ver la programación)
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domingo, 14 de septiembre de 2008

General Social Survey GSS

General Social Survey es una encuesta que se aplica en Estados Unidos desde 1972. Es una poderosa herramienta para los estudiantes, profesores, investigadores etc. La encuesta toca muchos temas como: religión, política, opinión sobre el aborto, ingresos etc. La data esta disponible para ser descargada desde el 2002 hasta el 2006.

http://www.norc.org/GSS+Website/


Saludos

Incio

miércoles, 10 de septiembre de 2008

La Ciencia Politica en America Latina

Con el interes de entender el avance de la Ciencia Politica en America Latina, la Revista de Ciencia Politica de la Pontificia Universidad Catolica de Chile, ha dedicado una edicion exclusivamente al desarrollo de la disciplina en los diferentes paises de America Latina (v.25 n.1 Santiago 2005). Esta publicacion nos ha parecido util para entender las diferencias tanto en origen como en forma de la Ciencia Politica en universidades latinoamericanas. Invitamos a nuestros lectores a que revisen los textos, comparen, y se atrevan a dar su propia interpretacion a las deficiencias o fortalezas de nuestras academias.
enlace:http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_issuetoc&pid=0718-090X20050001&lng=es&nrm=iso

Paises analizados: Chile, Bolivia, Argentina, Brasil, Peru, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Cuba, Guatemala, Honduras, Panama, Uruguay, Venezuela.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Congreso Bogota

Saludos:

Se invita a todos los interesados en asistir al 1 Congreso de Ciencia Politica de Bogota a la reunion de coordinacion para organizar una delegacion de nuestra universidad. Mayor informacion del Congreso en : http://congresocienciapolitica.uniandes.edu.co/ .

La reunion sera este viernes 5 de septiembre a las 2:30 pm en la puerta del J101.

Cualquier duda escribir a artepractica@gmail.com

Atte.

Arte&Practica.