jueves, 30 de octubre de 2008

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martes, 28 de octubre de 2008

CICLO DE CINE Y POLITICA: MEMORIAS DEL SUBDESARROLLO


Como fin de nuestro ciclo de Cine y Politica de este semestre, Arte y Practica los invita a la proyeccion de la pelicula Memorias del subdesarrollo.


MEMORIAS DEL SUBDESARROLLO (1968) es una película clásica del cine cubano, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea. Filmada a la manera de un documental, esta reflexiva cinta plantea una revisión de la realidad cubana vista a través de los ojos y la reflexión introspectiva de Sergio (Sergio Corrieri), un pequeño burgués de vuelos intelectuales que se queda en Cuba a pesar de que los suyos, incluida su mujer, emigran ante el triunfo de la Revolución. La anécdota se desarrolla en un momento crucial para el país, la Crisis de los Misiles, que al igual que enturbia y pone en riesgo al naciente gobierno sirve de metáfora para reflejar los momentos de incertidumbre por los que atraviesa Sergio al adaptarse a la nueva realidad, a la cual tiene que anteponer su mentalidad burguesa.


Miércoles 29 de octubre, J-203, 6:00 p.m.
Comentarios del profesor Iván K. Lanegra

domingo, 26 de octubre de 2008

Ockham entre los imperios



Recuerdo que la primera vez que vi “El nombre de la Rosa” de Jean Jaques Annaud me quede gratamente sorprendido por la inteligencia y sobre todo tranquilidad de Guillermo de Baskerville para resolver el caso. Recuerdo también que el misterio, sobre los libros de Aristóteles me introdujeron al mundo medieval; que en ese tiempo en mi imaginario se reducía a caballeros y la épica.

En cuanto me entere de que Guillermo de Baskerville estaba inspirado en Guillermo de Ockham, mi curiosidad se volcó a aquella época; dentro de la etapa medieval del pensamiento político y filosófico me pareció particularmente interesante los debates sobre la escolástica.

Los aportes de Guillermo de Ockham en el campo del pensamiento se centran en la confrontación con las tesis tomistas. Es Ockham uno de los mas grandes exponentes del nominalismo, férreo al extremo opositor del universalismo; se le atribuye a el la siguiente frase "Dios puede hacer todo lo que, al ser hecho, no incluye contradicción" . La oposición entre Tomas de Aquino y Ockham, a mi parecer reside en la aplicación del método para llegar al conocimiento, mientras Santo Tomas considera la abstracción como la vía correcta es Occkhan quien persiste en creer en una intuición intelectual[1]. El principio de economía es también uno de los aportes que mas se le recuerda a este franciscano, principio que es resumido en la llamada "navaja de Ockham" en resumidas cuenta la explicación completa mas sencilla es la mejor.

En esta oportunidad discutiré un escrito de Occkham sobre el poder del Papa. Es un escrito político en donde lo que hace a través de una argumentación sesuda y sencilla es dilucidar sobre la división entre el "imperio terrenal" y el "imperio celestial". En "Sobre el gobierno tiránico del papa" Ockham nos propone revisar los textos del emperador Constantino al Papa Nicolás para entender los verdaderos limites del poder papal.

En los primeros capítulos se discute la necesidad de que los súbditos puedan conocer el alcance y las limitaciones del poder del Papa, siendo tanto asi que para el esta potestad se puede deslindar de las escrituras. En los próximos capítulos a mi entender Ockham lo que busca es dejar claro las limitaciones del poder papal en contra posición con las del imperio terrenal, espera se entienda que el papa gobierna sobre la comunidad de fieles mas eso no le da potestad sobre el imperio terrenal y aun mas como el mismo lo señala " Es decir, en lo que se refiere al culto de Dios y a la vida cristiana, los pontífices y sacerdotes tengan al papa como cabeza. como los jueces al rey"[2]. El papa tiene potestad sobre la vida espiritual mas no sobre los cuerpos de los súbditos.

Se puede desprender de esta argumentación que para Guillermo de Ockham la limitación al poder del Papa es importante, como lo es la diferencias entre la razón y la fe. Es necesario precisar que Ockam pertenece a la orden Franciscana y que su critica a la opulencia en Roma fue constante, tanto así que fue excomulgado. Es necesario revisar las tesis de Guillermo de Ockham y contraponerlas con las tesis tomistas, ya que si bien el segundo es el pensador de la época escolástica Ockham es considerado la bisagra con el pensamiento moderno.


[1] lCfr. http://www.wikilearning.com/curso_gratis/filosofia-guillermo_de_ockham_1285_1349/12412-30 .

[2] Ockham, Guillermo "Sobre el gobierno tiranico del papa" pag 221

lunes, 20 de octubre de 2008

Ciclo de cine y política presenta: Four days in september

ARTE Y PRÁCTICA invita a todos los interesados y amantes del buen cine a una controvertida y polémica película que nos presenta problemas muy relevantes en la política actual. ¿Qué sucede cuando aquellos que dicen “luchar por la libertad” y contra la opresión de los gobiernos asumen como arma la misma violencia de sus enemigos? ¿Basta entonces la ideología para diferenciar a ambos bandos? Esto basicamente es lo que busca responder "Four days in september" (1997), película del brasilero Bruno Barreto. Situada en el Río de Janeiro de 1969, el filme presenta la suspensión de derechos civiles y de la libertad de expresión aplicada por el gobierno de la Junta Militar; para debilitarlo, el MR8 inicia una serie de acciones que llevarán a cuestionar la validez de la violencia como medio legítimo de revolución. Las similitudes que se generan entre los antagonistas de la película parecen otorgar una respuesta a las preguntas surgidas en este drama político.
Miércoles 22 de Octubre, Sala de grados de Ciencias Sociales, 6:00 p.m.
Comentarios: Profesor Iván Hinojosa

viernes, 17 de octubre de 2008

Cursos de Extensión

Los invitamos a los cursos de extensión de la facultad de sociales. El primero se llama "América Latina en el contexto global" desafios y posibilidades, será dictado por el profesor Farid Kahhat, el profesor Javier Alcalde y por el ministro Davíd Málaga.
El segundo es un curso denominado "Introducción a herramientas computacionales para análisis político" que será dictado por el profesor: Jose Manuel Magallanes. Se tocará Análisis exploratorio, analisis de redes sociales, y simulación de políticas públicas integrando enfoques cualitativos y cuantitativos.

Click en los afiches para mayor información

Saludos

viernes, 10 de octubre de 2008

Seminario de Gobernabilidad Democrática en la Región Andina

A continuacion: una breve descripcion del evento del Dr. Martin Tanaka (organizador y expositor) asi como la programacion respectiva. Esperamos que los interesados puedan asistir. Nos vemos alli.

"Están todos invitados a este seminario que organizo. Va a estar muy interesante. Seminario Gobernabilidad democrática en la región andina Jueves 16 – viernes 17 de octubre de 2008Instituto de Estudios Peruanos (IEP)Instituto Venezolano de Estudios Sociales y Políticos de Venezuela (INVESP). El seminario es resultado de un trabajo de investigación que comprende el estudio de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, que cuenta con el apoyo del International Development Research Center (IDRC) de Canadá. Dicho estudio se enmarca en un contexto regional de importantes reformas institucionales que han ampliado la arena política, incorporando mecanismos de participación de la sociedad civil, que diversos movimientos sociales han aprovechado para hacer valer sus demandas más sentidas. Sin embargo, se trata de una apertura desordenada, parcial, contradictoria e interrumpida, guiada generalmente por criterios de corto plazo, en medio de procesos de confrontación y polarización social, que no ha tenido las consecuencias esperadas por sus proponentes. ¿Qué balance puede hacerse de lo ocurrido? ¿Qué cambios deberían implementarse para lograr regímenes políticos más participativos, responsables ante la ciudadanía, y al mismo tiempo plurales, menos personalistas y más institucionales?"

Programacion
Jueves 16 de octubre
9:00 – 9:15 Inauguración: Martín Tanaka (IEP) y Francine Jácome (INVESP)
9:15 – 11:15 am. Movimientos sociales y democracia Bolivia – Eduardo Córdova (U. San Simón)Ecuador – Carlos de la Torre (FLACSO Quito)Venezuela – Deborah Van Berkel (INVESP)
11:15 – 11:35 am. Intermedio

11:35 – 12:55 pm Colombia – Marcela Velasco (Colorado State University)Perú – María Isabel Remy (IEP)

3:15 – 5:15 pm. Reformas institucionales y democracia Bolivia – Fernando Mayorga (U. San Simón)Ecuador – Simón Pachano (FLACSO Quito)Venezuela – Ricardo Combellas (U. Central de Venezuela)

5:15 – 5:35 pm. Intermedio

5:35 – 6:55 pm.Colombia – Mónica Pachón (U. de Los Andes)Perú – Romeo Grompone (IEP)

Viernes 17 de octubre
9:30 – 10:10 am. La dimensión interamericana de la democraciaAna María Bejarano – U. de Toronto

10:10 – 10:30 am. Intermedio

10:30 – 11:50 am. Visiones comparadas Movimientos sociales – Francine Jácome (INVESP)Reformas institucionales – Martín Tanaka (IEP)
3:15 – 5:15 pm. Recomendaciones de política y conclusiones
Lugar:Instituto de Estudios Peruanos (IEP)Horacio Urteaga 694 – Jesús María
Asistencia libre
Informes e inscripciones:svera@iep.org.pe
332-6194, 431-6603, 332-2156

domingo, 5 de octubre de 2008

La caída de Norteamérica S.A. (segunda parte)

Esta es la segunda parte del artículo de Francis Fukuyama. Aquí, le autor ensaya una dieta para solucionar el problema norteamericano.
Disfrútenlo!

A&P
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La caída de Norteamérica S.A.
por Francis Fukuyama

Segunda parte
Una segunda señal de advertencia fue la acumulación norteamericana de déficit estructurales. China y un número de otros países comenzaron a comprar dólares estadounidenses, después de 1997, como parte de una estrategia deliberada para subvalorar sus divisas, mantener el “run run” de sus fábricas y protegerse de choques financieros. Esto favoreció bien un post-9/11; esto quiere decir que nosotros podíamos bajar los impuestos, financiar una juerga de consumo, pagar por dos guerras caras y controlar un déficit fiscal al mismo tiempo. Los asombrosos y crecientes déficit comerciales que esto produjo - $ 700 mil millones por año hacia el 2007 - eran claramente insostenibles; tarde o temprano los extranjeros decidirían que Estados Unidos no era un lugar tan bueno para depositar su dinero. El decreciente dólar estadounidense indica que ya hemos llegado a aquel punto. Claramente, y contrariamente a Cheney, los déficit sí importan.

Incluso en casa, el inconveniente de la desregulación era bastante claro mucho antes del derrumbamiento de Wall Street. En California, los precios de electricidad se salieron de control en 2000-2001 como consecuencia de la desregulación en el mercado de energía estatal que empresas sin escrúpulos, como Enron, dispusieron para sacar ventaja. Enron, junto a una multitud de otras firmas, se derrumbó en 2004 porque ciertas normas de la contabilidad no se habían hecho cumplir adecuadamente. La desigualdad en los Estados Unidos se elevó a lo largo de la década pasada porque los beneficios del crecimiento económico fueron desproporcionadamente hacia los norteamericanos más ricos y cultos, mientras los ingresos de personas de clase obrera se estancaron. Y finalmente, la fallida ocupación de Irak y la respuesta al huracán Katrina expusieron la debilidad de arriba a abajo del sector público, resultado este de décadas de dotación insuficiente y del poco prestigio de funcionarios cedidos desde los años de Reagan.

Todo esto sugiere que la era Reagan debió haber terminado hace tiempo. Esto no se dio, en parte, porque el partido demócrata no logró presentar candidatos convincentes ni buenos argumentos, pero también debido a un aspecto particular de Estados Unidos que hace a nuestro país muy diferente de Europa. Allí, los ciudadanos menos cultos y de clase obrera votan, con más confianza, por partidos socialistas, comunistas u otros de izquierda, basados en sus intereses económicos. En Estados Unidos, los demócratas pueden balancearse entre izquierda y derecha. Ellos fueron parte de la gran coalición demócrata de Roosevelt durante el New Deal, una coalición que se sostuvo a través de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson en los años 60. Pero comenzaron a votar como republicanos durante el gobierno de Nixon y los años de Reagan, balanceándose hacia Clinton en los años 90, y volviendo al pliegue republicano bajo George W. Bush. Cuando ellos votan “republicanamente”, es porque temas culturales como la religión, el patriotismo, valores de familia y la propiedad de arma triunfan sobre los económicos.

Estos votantes decidirán la elección de noviembre, nada menos debido a su concentración en un puñado de estados oscilantes como Ohio y Pensilvania. ¿Se inclinarán hacia un más distante - Harvardiano Obama, quien refleja con más exactitud sus intereses económicos? ¿O se plegarán a la gente con la que ellos mejor pueden identificarse, como McCain y Sarah Palin? Fue necesaria una crisis económica de dimensiones masivas, entre 1929 hasta 1931, para lograr una administración demócrata en el poder. Los sondeos indican que podremos haber llegado a aquel momento, otra vez, en octubre de 2008.

El otro componente crítico de la “marca” norteamericana es la democracia y la buena voluntad de los Estados Unidos de apoyar a otras democracias alrededor del mundo. Esta vena idealista de la política exterior estadounidense ha sido una constante durante el siglo pasado, desde la “Sociedad de Naciones” de Woodrow Wilson, pasando por las “Cuatro Libertades” de Roosevelt, hasta la llamada de Reagan a Mikhail Gorbachev para “derribar esta pared”.

Promover la democracia - por la diplomacia, la ayuda a grupos de sociedad civiles, medios de comunicación libres- nunca ha sido polémico. El problema ahora es que utilizando la democracia para justificar la guerra en Irak, la administración Bush ha sugerido a muchos que la “democracia” era un código para la intervención militar y el cambio de régimen (el caos que siguió en Irak tampoco ayudó precisamente a la imagen de la democracia.). El Medio Oriente en particular es un campo minado para cualquier administración estadounidense, ya que América apoya a aliados no democráticos como los Saudis y rechaza trabajar con grupos como Hamas y Hizbullah, que accedieron al poder por elecciones. No tenemos mucha credibilidad cuando defendemos una “agenda para la libertad”.

El modelo americano también ha sido seriamente opacado por el uso de la tortura que practica la administración Bush. Después del 9/11, los norteamericanos se mostraron penosamente listos para abandonar protecciones constitucionales en pro de una búsqueda de seguridad. La bahía de Guantánamo y el preso encapuchado en Abu Ghraib han sustituido desde entonces a la Estatua de Libertad como los símbolos de Norteamérica en los ojos de muchos no norteamericanos.

No importa quién gane la presidencia de aquí a un mes, el cambio hacia un nuevo ciclo de política americana y mundial habrá comenzado. Los demócratas probablemente aumenten sus mayorías en la Casa y el Senado. Una enorme cantidad de cólera populista se prepara como las extensiones del colapso de Wall Street desplegándose en Main Street. Ya existe un acuerdo general creciente sobre la necesidad de regular nuevamente muchas partes de la economía.

En el mundo, los Estados Unidos no disfrutarán de la posición hegemónica que ha ocupado hasta ahora, algo subrayado por la invasión de Rusia a Georgia el 7 de agosto. La capacidad de nuestro país de dar forma a la economía global por pactos comerciales y el FMI y el Banco mundial se verá disminuida, como también disminuirán nuestros recursos financieros. Y en muchas partes del mundo, las ideas norteamericanas, su consejo y aun su ayuda serán menos bienvenidas de lo que son ahora.

En tales circunstancias, ¿qué candidato está mejor posicionado para devolverle presteigio a la “marcar” Norteamérica? Barack Obama, obviamente, lleva menos peso del pasado reciente y su estilo postpartidista procura situarse más allá de divisiones políticas actuales. En el fondo, él parece más un pragmatista, no un ideólogo. Pero sus habilidades, reconocidas consensualmente, serán evaluadas a profundidad cuando deba tomar decisiones difíciles, lo que atraerá no solamente republicanos, sino también demócratas rebeldes al grupo de evaluadores. McCain, por su parte, ha hablado como Teddy Roosevelt en las últimas semanas, enfilándose contra Wall Street y pidiendo la cabeza del presidente de la SEC, Chris Cox. Él puede ser el único Republicano que conduzca a su partido, dando gritos y patadas, a una era post-Reagan. Pero uno puede percibir que él aún no ha decidido, de manera cabal, qué tipo de republicano es realmente o qué principios deberían definir a la nueva Norteamérica.

La influencia estadounidense puede ser restaurada tarde o temprano. El que probablemente la totalidad del mundo sufra un descenso económico no garantiza que los modelos chino o ruso vayan a ser considerablemente mejores que la versión norteamericana. Ya antes, los Estados Unidos han vuelto de reveses serios durante los años 30 y 70, esto debido a la adaptabilidad de nuestro sistema y la resilencia de nuestra población.

Aún así, otro recuerdo descansa sobre nuestra capacidad de hacer algunos cambios fundamentales. Primero, debemos escaparnos de la camisa de fuerza que significa la era Reagan en lo concerniente a impuestos y regulación. Los recortes fiscales se sienten bien, pero no necesariamente estimulan el crecimiento o pagan por ellos; considerando nuestra situación fiscal a largo plazo, se debe decir honestamente a los norteamericanos que ellos tendrán que pagar su propio camino en el futuro. La desregulación, o el fracaso de las reguladoras para mantenerse en mercados rápidamente cambiables, puede hacerse increíblemente costosa, como hemos visto. Todo el sector público estadounidense - financiado insuficientemente, no profesionalizado y desmoralizado -necesita ser reconstruido y recibir un nuevo sentido de orgullo. Hay ciertos empleos que sólo el gobierno puede realizar.

Al emprender estos cambios hay, desde luego, un peligro de sobrecorrección. Las instituciones financieras necesitan una supervisión fuerte, pero no es claro que otros sectores de la economía también. El libre comercio continúa como un motor poderoso para el crecimiento económico, así como un instrumento de la diplomacia estadounidense. Nosotros deberíamos proporcionar la mejor ayuda a los trabajadores para su adaptación a las condiciones de cambio de global, en vez de defender sus empleos existentes. Si el recorte de impuestos no es un camino a la prosperidad automática, tampoco lo es un descontrolado gasto social. El costo del rescate financiero y la debilidad a largo plazo del dólar significan que la inflación será una amenaza seria en el futuro. Una política fiscal irresponsable fácilmente podría añadirse al problema.

Y mientras menos no norteamericanos probablemente escuchan a nuestro consejo, muchos todavía se beneficiarán de emular ciertos aspectos del modelo Reagan. No la desregulación financiera de mercado, seguramente, pero en Europa continental, por ejemplo, los trabajadores todavía son tratados con vacaciones largas, semanas laborales cortas, garantías de trabajo y una gran cantidad de otras ventajas que debilitan su productividad y que no serán económicamente sostenibles.

La nada edificante respuesta a la crisis del Wall Street muestra que el cambio más grande que tenemos que hacer está en nuestra política. La revolución Reagan acabó con el predominio de 50 años de liberales y demócratas en la política americana y abrió el espacio para diferentes aproximaciones a los problemas de la época. Pero con el paso de los años, lo que una vez fueron ideas frescas hoy se han endurecido en dogmas vetustos. La calidad de debate político se ha vuelto grosero por partidarios que no solo cuestionan las ideas, sino también las motivaciones de sus oponentes. Todo esto dificulta más la adaptación a la realidad nueva y difícil que afrontamos. De ahí que la prueba última para el modelo americano será su capacidad para reinventarse a sí mismo otra vez. La buena “marca” no es, citando a un candidato a la presidencia, un asunto de poner el lápiz de labios sobre un cerdo. Consiste en tener el producto correcto para venderse en primer lugar. Y es para ello que la democracia norteamericana tiene su trabajo recortado.
F. Fukuyama

La caída de Norteamérica S.A.

(por Francis Fukuyama)
Primera parte
Está de más hacer una presentación de Francis Fukuyama. A favor o en contra de sus ideas, no deja de ser uno de los politólogos más importantes de esta época. Esta vez, les presentamos uno de sus últimos artículos, publicado el día de ayer (4 de octubre) en Newsweek. En él, Fukuyama analiza la actual crisis norteamericana desde una postura bastante crítica de la forma en la que EE.UU. ha manejado su economía desde la era Reagan (en donde él ubica el inicio del problema). Lo interesante es que no se centra únicamente en el precio económico que Norteamérica ha de pagar por su excesiva fe en el neoliberalismo, sino que también señala el efecto que tendrá sobre EE.UU. como “marca” de prestigio que ha sido altamente consumida por todo el mundo en las últimas décadas. El artículo sigue la línea de sus publicaciones más recientes, con un distanciamiento cada vez mayor del ideario neoconservador que alguna vez lo caracterizó. Incluye aquí críticas a Reagan, al sistema norteamericano, a la guerra en Irak, al concepto de democracia manejado por la Casa Blanca. Luego de una semana en que se han celebrado adelantadas caídas de capitalismo y neoliberalismo, en que se han desempolvado viejas voces socialistas, comunistas o de fanatismo neoliberal, el texto de Fukuyama presenta una evaluación, aunque crítica, imparcial de la situación que atraviesa la primera potencia.
Al ser un artículo aparecido ayer, hemos realizado una traducción libre, pero procurando ser cuidadosos con los términos que pudieran causar confusión. Se ha preferido traducir el término “brand” por “marca”, por ser un sentido de “venta de producto” el que Fukuyama utiliza para describir el pensamiento norteamericano. Por la longitud del artículo, este será presentado en dos partes.
Que la lectura les sea placentera!!
A&P
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La caída de Norteamérica S.A.
por Francis Fukuyama

Con algunas de las firmas más legendarias de Wall Street, una cierta visión de capitalismo se ha derrumbado. ¿Cómo restauramos la fe en nuestra marca?.

La implosión de los bancos de inversión más legendarios de América. La desaparición de más de un billón de dólares en riqueza de la Bolsa en un día. Una etiqueta de 700 mil millones de dólares para los contribuyentes estadounidenses. La escala del colapso en Wall Street apenas podría ser más gigantesca. Aún cuando los norteamericanos se preguntan por qué ellos tienen que pagar tales impresionantes sumas para impedir que la economía implosione, pocos hablan de un costo intangible y potencialmente mayor para los Estados Unidos: el daño que el colapso financiero hace a la "marca” América.

Las ideas son una de nuestras exportaciones más importantes y dos ideas, fundamentalmente americanas, han dominado el pensamiento global desde principios de los años 1980, cuando Ronald Reagan fue elegido Presidente. La primera era una cierta visión del capitalismo: uno que sostenía que bajos impuestos, regulación ligera y un gobierno recortado serían el motor para el crecimiento económico. El reaganismo revertió la centenaria larga tendencia hacia un gobierno, alguna vez, más grande. La desregulación se hizo la orden del día no solamente en los Estados Unidos, sino también en el mundo entero.

La segunda idea grande era la de Norteamérica como un promotor de la democracia liberal en el mundo entero, lo cual fue visto como el mejor camino hacia un orden internacional más próspero y abierto. El poder y la influencia de Norteamérica descansaba no solamente sobre nuestros tanques y dólares, sino sobre el hecho de que la mayoría de las personas encontró atractiva la forma americana de autonomía y quisieron reformar sus sociedades según estas mismas líneas – algo que el científico político Joseph Nye ha etiquetado como nuestro " poder blando ".

Es difícil comprender qué tan gravemente han sido desacreditados estos rasgos de firma de la “marca” norteamericana. Entre 2002 y 2007, mientras el mundo disfrutaba de un período de crecimiento sin precedentes, era fácil hacer caso a aquellos socialistas europeos y populistas latinoamericanos que denunciaron el modelo económico estadounidense como “el capitalismo vaquero”. Pero ahora el motor de aquel crecimiento, la economía americana, se ha descarrilado y amenaza con arrastrar al resto del mundo con él. Aún más grave, el culpable es el modelo americano en sí mismo: bajo el mantra de menos gobierno, Washington falló en regular suficientemente el sector financiero y le permitió provocar un enorme daño al resto de la sociedad.

La democracia fue dañada aún antes. Una vez demostrado que Saddam no poseía ADM, la administración Bush procuró justificar la guerra en Irak vinculándola a una más amplia “agenda por la libertad”; de pronto, la promoción de la democracia era el arma principal en la guerra contra el terrorismo. A muchas personas en el mundo entero, la retórica norteamericana sobre la democracia les suena mucho a una excusa para fomentar la hegemonía estadounidense.

La opción que afrontamos ahora va mucho más allá del desalojo urgente o la campaña presidencial. La “marca” norteamericana está siendo profundamente evaluada a la vez que otros modelos - o China o Rusia- están resultando más atractivos. El restaurar nuestro buen nombre y reanimar el atractivo de nuestra “marca” es en mucho un desafío tan importante como la estabilización del sector financiero. Barack Obama y John McCain estarían ya trayendo fuerzas diferentes para la tarea, pero para cualquiera esta será una lucha cuesta arriba de largos años. Y aún no podemos comenzar hasta que nosotros claramente entendamos qué se hizo mal: qué aspectos del modelo americano son sanos, cuáles fueron mal puestos en práctica y cuáles tienen que ser desechados totalmente.

Muchos comentaristas han notado que la debacle de Wall Street marca el final de la era Reagan. Indudablemente aciertan, incluso si McCain logra ser elegido Presidente en noviembre. Las grandes ideas surgen en el contexto de una era histórica particular. Pocos sobreviven cuando el contexto cambia radicalmente, que es por lo que la política tiende a cambiar de la izquierda a la derecha y atrás otra vez en largos ciclos generacionales.

El reaganismo (o, en su forma británica, el thatcherismo) fue adecuado para su tiempo. Desde el New Deal de Franklin Roosevelt, en los años 30, los gobiernos en todo el mundo se habían vuelto más grandes y más grandes. Para los 70’s, los grandes estados de bienestar y las economías ahogadas por papeleos se mostraban sumamente disfuncionales. En ese entonces, los teléfonos eran caros y de difícil acceso, los viajes en avión eran un lujo de ricos y la mayoría de la gente ponía sus ahorros en cuentas bancarias de bajo pago y tipos de interés regulados. Programas como la “Ayuda a Familias con Niños a cargo” desalentaron a aquellas pobres para trabajar y casarse, por lo que estas se estropearon. La revolución Reagan-Thatcher hizo más fácil contratar y despedir trabajadores, lo que provocó una enorme cantidad de dolor al reducirse o cerrarse muchas industrias tradicionales. Pero esto también significó el trabajo preliminar para un crecimiento de casi tres décadas y para la aparición de nuevos sectores como la tecnología de la información y biotecnología.

Internacionalmente, la revolución Reagan se tradujo en el “Consenso de Washington”, bajo el cual Washington - e instituciones bajo su influencia, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial – empujó a países en vía de desarrollo para que abriesen sus economías. Mientras el “Consenso de Washington” suele ser vapuleado por populistas como Hugo Chávez en Venezuela, este logró aliviar satisfactoriamente el dolor de la crisis de deudas latinoamericana de principios de los 80’s, cuando la hiperinflación afectaba a países como Argentina y Brasil. Una amistosa política de mercado similar fue lo que convirtió a China e India en las potencias económicas que hoy son.

Y si alguien necesitaba más pruebas, podía mirar los más extremos ejemplos mundiales de gobiernos grandes - las economías centralmente planificadas de la ex-Unión Soviética y otros Estados comunistas. Hacia los años 70, ellos estaban cayendo detrás de sus rivales capitalistas en prácticamente todos los aspectos. Su implosión después de la caída del muro de Berlín confirmó que tales estados de bienestar sobre esteroides eran un histórico callejón sin salida.

Como todos los movimientos de trasformación, la revolución Reagan perdió su camino porque para muchos seguidores esto se convirtió en una ideología intachable y no en una respuesta pragmática a los excesos del estado de bienestar. Dos conceptos eran sacrosantos: primero, aquellos recortes fiscales serían autofinanciados, y el segundo, que mercados financieros podrían autorregularse.

Antes de los años 80, los conservadores eran fiscalmente conservadores - es decir, no estaban dispuestos a gastar más que lo recogido por impuestos. Pero la Doctrina Reagan introdujo la idea de que prácticamente cualquier recorte fiscal estimularía tanto el crecimiento que el gobierno terminaría, finalmente, recogiendo más ingresos (la supuesta curva de Laffer). De hecho, la visión tradicional era correcta: si usted baja los impuestos sin cortar gastos, usted acaba con un déficit perjudicial. Así, los recortes fiscales de Reagan de los años 80 produjeron un gran déficit; los aumentos de impuesto de Clinton de los años 1990 produjeron un exceso; y los recortes fiscales de Bush, en el temprano siglo XXI, produjeron un déficit aún más grande. El hecho de que la economía americana creciera tanto en los años de Clinton como en los de Reagan, de algún modo no sacudió la fe conservadora en recortes fiscales como la llave segura para el crecimiento.

Más importante aún, la globalización enmascaró los defectos de este razonamiento durante varias décadas. Los extranjeros parecieron dispuestos a sostener los dólares de manera imparable, lo que permitió al gobierno estadounidense controlar los déficit mientras seguían disfrutando de un alto crecimiento, algo con lo que ningún país en vías de desarrollo podría escaparse. Es por eso que el Vicepresidente Dick Cheney, según se cuenta, dijo al Presidente Bush que la lección de los años 80 era que “los déficit no importan”.

El segundo artículo de fe de la Era Reagan - desregulación financiera - fue empujado por una nada santa alianza de verdaderos creyentes y firmas de Wall Street, y para los 90’s ya había sido aceptado como evangelio también por los demócratas. Ellos argumentaron que las regulaciones de muchos años, como el Acta Glass-Steagall, durante la depresión, (la cual banca resquebrajó las bancas comercial y de inversión) sofocaban la innovación y minaban la compatibilidad de las instituciones financieras estadounidenses. Ellos estaban en lo correcto parcialmente: la desregulación produjo una inundación de nuevos productos innovadores como obligaciones de deudas colateralizadas, las cuales se encuentran en el corazón de la crisis actual. Algunos republicanos aún no se han visto apretados con esto, como evidencia su alternativa propuesta al rescate financiero, la cual implica recortes fiscales aun más grandes para fondos de protección.

El problema es que Wall Street es muy diferente de, digamos, Silicon Valley, donde una mano reguladoramente ligera es genuinamente beneficiosa. Las instituciones financieras están basadas en la confianza, misma que sólo prospera si los gobiernos aseguran su transparencia y obligación en los riesgos que puedan tomar con el dinero de la gente. El sector es también diferente porque el derrumbamiento de una institución financiera daña no a sus accionistas y empleados únicamente, sino también a una multitud de personas inocentes (lo que los economistas moderadamente llaman “exterioridades negativas”).

Los signos de que la revolución Reagan iba peligrosamente a la deriva fueron claros durante la década pasada. Una temprana advertencia era la crisis financiera asiática de 1997-98. Países como Tailandia y Corea del Sur, siguiendo los consejos y presión americanas, liberalizaron sus mercados de capitales a principios de los años 1990. Mucho dinero caliente comenzó a fluir en sus economías, lo que creó una burbuja especulativa, tras lo que luego salió precipitadamente, otra vez, el primer signo de problema. ¿Suena familiar? Mientras tanto, países como China y Malasia, que no siguieron el consejo americano y mantuvieron sus mercados financieros cerrados o regulados de manera estricta, se encontraron mucho menos vulnerables. (continua...)

La Escolastica. De Aristoteles a Santo Tomas a la Filosofia Moderna

Durante la edad media, disputas sobre el estado, sobre su naturaleza y conformación, giraban en torno a su posición u oposición con respecto a la Iglesia. Es así que para las autoridades de la época, la comunidad temporal existía en contraposición de la comunidad espiritual. Para los papas, cardenales y demás representantes eclesiásticas, existió un claro desprecio por el razonamiento científico, el empirismo y la autoridad temporal. Sin embargo, para los diversos pensadores de la época, la relación Estado - Iglesia era un tema de mucha discusión e inmersa en estas disputas, nació la escolástica.

La filosofía escolástica es considerada el ingrediente filosófico mas importante de la edad media, que ha sobrevivido diversas épocas y que engloba corrientes musulmanas, judías y cristianas (Ferrater:1060). Se le critica a la escolástica cristiana de ser ancilla theologiae (sirvienta de la teología), pero como bien explica Ferrater, esta es una afirmación inexacta y refutable porque para autores como Alberto Magno y Tomas de Aquino, la filosofía (diferenciada de la teología) basta para si misma; lo sabido se diferencia claramente de lo creído (Ferrater 1060).

E.A. Moody citado por Ferrater, distingue cuatro etapas de la escolástica: la alta escolástica (especulación teológica-metafísica), la invasión del pensamiento griego (aristotélico principalmente), un periodo de empirismo (influencia de Santo Tomas de Aquino), y uno de florecimiento (el paso de la escolástica y la ciencia y a la filosofía).

La segunda etapa marcó un hito importante en el progreso de las ideas filosóficas del medioevo. A principios del siglo XIII, en un momento de fuerte oposición política a la enseñanza de las obras de Aristóteles, se dio una confrontación importante entre estudiantes universitarios y las autoridades eclesiásticas. Documentos oficiales de la iglesia intentaron censurar lo que Bacigalupo llama el factor desestabilizador de la cultura religioso defendiendo a toda costa una tradición agustiniana (Bacigalupo:16). Sin embargo, el impacto que tuvo la recuperación de los textos de la antigüedad en los académicos y estudiantes a mediados del siglo XII, generó nuevas interpretaciones muy difíciles de erradicar. Para fines del siglo XIII la lucha se radicalizó. Ante una postura tajantemente radical, liderada por el pensamiento del filósofo árabe Averroes, surge una escuela aristotélica moderada que en vez de ver ciencia y fe como entes paralelos irreconciliables, ve ciencia y fe como una unidad. La muerte del papa Juan XXI trajo el fin de la resistencia. Las autoridades eclesiásticas cedieron, acogieron la síntesis de Tomas de Aquino, y las universidades volvieron a discutir abiertamente los postulados de la antigüedad (Bacigalupo:27).

Para algunos, la escolástica puede distinguirse de la filosofía moderna, pero para otros el segundo es la continuación del primero (Ferrater:1061). Bacigalupo nos dice que en la filosofía moderna prevalece el saber científico de cualquier otro saber humano. Al finalizar la lucha por censurar la lógica aristotélica se retoma y se desarrolla una cultura cientificista en el medioevo. Hasta cierto punto, el tomismo se vuelve un pensamiento emblemático de esta época; un primer paso de reconciliación entre la fe y la razón; entre lo natural y lo sobrenatural.

Las obras de Tomas de Aquino son muy útiles para entender el medioevo como un primer paso hacia la modernidad. Intenta fusionar la teología y la filosofía, cada una ‘libre’ de la otra, pero ninguna indiferente. Sin embargo, inevitablemente, como pensador condicionado por su época, Santo Tomas aunque intenta buscar un ‘equilibrio’ entre fuerzas (razón y fe), el primero siempre estará en el fondo subyugado por el segundo. En el texto de Galán se afirma que Santo Tomas ve en Dios el origen común de ambos poderes; estatal y celestial. Es decir, en materia espiritual se debe mayor obediencia a la potestad espiritual que a la temporal, pero en la esfera política, se debe mayor obediencia a la potestad secular (Galán:63). Es así que Santo Tomas establece áreas de acción, esferas de poder para cada autoridad. Y así como existen estos espacios también existen leyes: el derecho civil y el derecho canónico. Es así que para cada esfera, hay una regulación, y para cada regulación existe un fin. Pareciera entonces que de lo que se ocupa la ley civil es de lo externo, de la convivencia, de lo social, mientras que de lo que se ocupa la ley canónica es de lo interno, de la salvación de alma, del perfeccionamiento del espíritu.

Recordemos que aunque pareciera que cada esfera es independiente y autónoma, Tomas de Aquino, no deja de interrelacionarlas, y además, jerarquizarlas. En este sentido, Galán explica que la ley cívica y el fin cívico no puede intrometerse en materia de interés del fin espiritual, sin embargo, el poder espiritual (ya sea por consentimiento, por derecho o como medio para el cumplimiento de su fin) si puede interferir en asuntos temporales. Evidentemente el poder de la fe es mayor, su dominio supera al del temporal y la condiciona.

Galán distingue el poder directo del poder indirecto. Afirma que en los textos de Santo Tomas, existe una potestad indirecta que le permite a la Iglesia corregir circunstancias y ordenamientos políticos en tanto que estas interfieren o pueden ser de utilidad para la obtención del fin último espiritual. Evidentemente, sea directa o indirectamente, un fin se impone sobre el otro. Por ende para Santo Tomas no existe un Estado laico. Tanto la ley interna como la externa están bajo del dominio de Dios, de la salvación del alma, de lo espiritual (Galan:76). Es así que el fin mismo del Estado es definido de acuerdo a parámetros espirituales. Santo Tomas marca una diferencia entre bien común y bien privado. El primero por ser el mas ‘divino’ es para Tomas de Aquino el fin último del estado: un fin ético.

Tomas de Aquino: miembro de la orden dominicana, en gran parte agustiniano, magíster en teología, capaz de integrar las enseñanzas de Aristóteles en sus interpretaciones de lo temporal y lo espiritual, es un claro ejemplo de cambio dentro del pensamiento filosófico de la época. De no haber sobrevivido Aristóteles a la persecución eclesiástica del siglo XIII quizás el transcurrir de la historia política hubiese sida diferente. La escolástica en su tercer periodo sintió el legado de Santo Tomas a través del empirismo. Y así, las etapas consiguientes serán producto de un desarrollo continuo de la relación entre razón y fe.

Maria Paula Brito

Bibliografia

Ferrater Mora, Joseph Diccionario de Filosofía, Barcelona, Ariel, 1999

Galán y Gutiérrez, Eustaquio La filosofía política de Sto. Tomas de Aquino, Madrid: Revista de Derecho Privado, 1945

Bacigalupo, Luis E. Aristóteles en Paris: la escolástica medieval como periodo de gestación de la modernidad filosófica
Lima, PUCP, 2001

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